Aunque tal vez haya suerte y pueda volver a verte, para poder
recorrer recuperando el placer; tal vez te abrace en la esquina y ya desde la
banquina, te despido sin pesar, sin dejar de recordar tu luz cuando haya
neblina.
No, olvidarse no es penar, no es arrastrar la cadena ni vivir como
condena. Por eso no hay que olvidarse y a veces hay que parar, que de tanto
galopar el polvo suele engañar y el caballo desbocarse. No te olvides del ayer.